Ikerketak Ekonomiaz nº 1 (mayo2013). Crecimiento, competitividad, progreso técnico y distribución de la renta: análisis de la economía vasca desde 1980 y expectativas hasta 2015.
Autor: Alberto Alberdi (Edita: Departamento de Hacienda y Finanzas del Gobierno Vasco)
Competitividad, crecimiento, productividad y distribución de la renta son siempre aspectos estrechamente relacionados y la forma en que lo están condiciona las posibilidades de desarrollo de cualquier economía.
Después de cuatro años de crisis económica y de una doble recesión, en el año 2013 la economía vasca, al igual que buena parte de las de su entorno, se encuentra en una de las encrucijadas más difíciles que se recuerdan. Este trabajo investiga esas relaciones en la experiencia de la economía vasca desde 1980, poniendo de relieve que el alto ritmo de acumulación ha ido acompañado de problemas de competitividad debidos a la formación de precios, de una productividad total decreciente y de un modelo de crecimiento que colapsa con la Gran Recesión.
El fenomenal proceso de convergencia con la UE 15 iniciado en 1984 tocó techo en 2008 y tras la crisis lo más que cabe esperar en el horizonte del año 2014 es que la pérdida inicial se vaya amortiguando y se pueda mantener el nivel 100 que atestigua la convergencia real. Por otro lado, a ese agotamiento hay que añadir que la economía vasca no ha hecho progresos relativos en materia de productividad, cuya convergencia por así decirlo se remonta nada menos que a 1980, y que con altibajos lucha por mantener esas posiciones.
Pero por otro nos muestran un aspecto nuevo que es el relativo a la importancia que tiene en Europa las variaciones de la jornada anual en los procesos de crecimiento y sobre todo en los de ajuste, en los que la flexibilidad de la fuerza de trabajo no pivota de forma exclusiva sobre los despidos de las personas ocupadas. Alemania representa a este respecto un caso paradigmático por su comportamiento en el peor momento de la Gran Recesión, que se tradujo en reducción horaria más que de personas ocupadas. La economía vasca siguió en parte esa vía de ajuste en un primer momento, pero después de 2009 se ha inclinado decididamente por la destrucción de puestos de trabajo, seguramente como consecuencia de la fallida recuperación y la persistencia de la crisis. Al igual que en la economía española no parece que la reforma laboral haya modificado esa pauta de comportamiento a pesar de su declarado propósito de favorecer la flexibilidad interna, algo que no sorprende, toda vez que sigue persistiendo una acentuada dualidad en el mercado de trabajo.
Dejando aparte el hecho de la dificultad que encuentra la economía vasca para superar los incrementos de la productividad europea, sin duda uno de los aspectos más problemáticos tiene que ver con los costes laborales unitarios nominales (CLUn): la competitividad debe tener en cuenta precios y costes nominales por mucho que la renta real dependa de la capacidad de compra que difiere en las distintas economías.
En efecto se da la circunstancia de que la economía vasca, como la española, al calor de la burbuja del crédito ha experimentado durante el largo periodo de crecimiento previo a la crisis un enorme desajuste de costes nominales que no tiene parangón en la evolución anterior. La cuestión critica es que esto ocurre precisamente desde el año 1999 en el que con el nacimiento del euro se hacía más necesario que nunca el acompasar la evolución nominal de las economías a un patrón común que en principio venia dado por el objetivo anual de precios del 2% del Banco Central Europeo. Mientras Euskadi y España se apartaban de la norma europea claramente por arriba, Alemania lo hacía por abajo, gracias a una deflación salarial relativa que le ha procurado una significativa ganancia de competitividad desde el nacimiento del euro hasta la llegada de la crisis.
La evolución y posicionamiento de las distintas economías en términos de costes laborales nominales y productividad real dibuja a Euskadi dentro de la avanzadilla en términos de productividad, cerca de la UE 15, pero que cuando se considera en términos horarios presenta un retraso significativo respecto a Alemania que además ha reforzado su liderazgo en productividad con una gran moderación en costes laborales justo hasta el estallido de la crisis. La economía vasca que en salvando las distancias tiene también una gran vocación industrial no alcanza aquéllos niveles de productividad, ni siquiera los de la media de la UE 15, aunque al igual que esta presenta un cierto equilibrio en el balance costes-productividad. Todavía hay un margen claro de mejora en la productividad de la industria respecto a la UE 15 y mucho más respecto a Alemania, lo que muestra el largo camino que todavía resta en los procesos de innovación dirigidos a lograr una diferenciación de los productos que lleve aparejada la consecución de un mayor valor añadido.
Pero junto a ello emerge también como característico de la evolución reciente de la economía vasca un descontrol de los costes laborales nominales que ha erosionado en buena medida su competitividad En este sentido parece que el enorme impacto de la recesión en términos de producto real y empleo – superior al europeo - está favoreciendo una corrección del alto nivel de crecimiento nominal de los salarios, que por lo demás no se traduce en ganancias reales en la distribución de la renta. No cabe duda de que junto a la productividad, esta evolución deberá ser objeto de monitorización y corrección en el futuro inmediato.
El análisis de los diversos datos parece confirmar que el comportamiento de la economía vasca responde a un modelo de crecimiento dirigido por los beneficios (denominación que indica que el principal motor del crecimiento proviene de la inversión y la demanda externa frente a modelos de demanda conducidos por el consumo o los salarios), al menos hasta el horizonte del año 2000, por oposición a otro dirigido por los salarios que quizá pudiera ser de aplicación a la española (Alberdi, 2010). La explicación consistiría en que una economía pequeña, con fuerte sector industrial y muy abierta al exterior, en la que los avances de la productividad son moderados pero en la que se produce un cambio significativo en la distribución de la renta a favor del excedente eso facilita la competitividad exterior, la financiación de la acumulación de capital a través de mayores beneficios y como consecuencia de todo ello se potencia la generación de empleo.
Buscando una salida: implicaciones para la política económica
El escenario esperado hasta 2015 es de débil crecimiento y no dibuja nada parecido a un nuevo movimiento lateral donde la mayor utilización de la capacidad productiva impulse un aumento substancial de las horas trabajadas. El balance de ese nuevo periodo de crecimiento va a depender de muchos factores, entre otros: de la reactivación del crédito, de la mejora del entorno, de unos CLUn competitivos aunque no necesariamente deflacionarios, de los resultados de la innovación, de la capacidad para evitar efectos de histéresis, fomentando la adecuación de la fuerza laboral a las nuevas condiciones del mercado de trabajo y de las políticas fiscales del sector público.
Lo que no es posible es pretender cambiar ahora a un modelo de crecimiento dirigido por los salarios y por los estímulos fiscales al consumo, porque no respondería ni a las condiciones estructurales de la economía vasca ni a las posibilidades de actuación de un sector publico sujeto al proceso de consolidación fiscal impulsado desde Europa y desde el Estado y más cuando el ajuste en curso en el sector público vasco en 2013 va a tener un impacto recesivo claro.
La endogeneidad del modelo vasco de crecimiento nunca ha descansado en la demanda interna, con la posible excepción de los primeros años ochenta con la recuperación del Concierto Económico, sino en la competitividad de un importante sector industrial que primero mejoro su eficiencia y ahora sus procesos de innovación para hacer realidad esa segunda gran transformación.
Desde el lado del gasto hay que someter a un riguroso escrutinio a todas las partidas, especialmente a las operaciones de redistribución de renta y lograr una mayor eficiencia y coordinación de las distintas administraciones.
Finalmente, se debería vigilar más de cerca los procesos de formación de precios y salarios que hasta ahora han seguido de forma mimética los comportamientos de la economía española con un impacto negativo enorme en la competitividad vasca. Las muy limitadas capacidades de intervención en materia laboral explican sin duda en parte tal circunstancia, pero aun así es el momento de prestar una mayor atención al problema y de valorar si no se puede incidir en ello a través de vías fiscales incentivando mecanismos de participación de los trabajadores en los beneficios por sus beneficiosos efectos macroeconómicos.