El Tecnoestrés Laboral - ArtÃculo Técnico PRL
La introducción y uso progresivo desde finales del siglo pasado de las llamadas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en el ámbito laboral, y sobre todo el desarrollo imparable y vertiginoso que han tenido en este siglo y otras nuevas que han surgido (internet, telefonía móvil, dispositivos portátiles, la expansión generalizada del teletrabajo motivada por la situación de pandemia, etc.), han generado la necesidad de una adaptación cada vez más rápida y efectiva por parte de las personas que desarrollan su trabajo mediante estas herramientas y sistemas tecnológicos digitales.
La implementación de estas nuevas tecnologías sin tomar las correspondientes medidas preventivas tras realizar la preceptiva reevaluación del puesto de trabajo que exige desde hace más de dos décadas (cuando estas situaciones empezaban a coger velocidad) y muy acertadamente nuestro marco normativo en materia de prevención de riesgos laborales, pueden generar problemas en esta adaptación con importantes consecuencias negativas en la salud de las personas trabajadoras.
Estamos por lo tanto ante un claro riesgo psicosocial laboral emergente, denominado tecnoestrés laboral, definido como un estado psicológico negativo relacionado con el uso presente o futuro de TIC que viene condicionado por la percepción del desajuste que se da entre las demandas requeridas (tecnodemandas) y los recursos tanto laborales como personales puestos a disposición (tecnorecursos) por la organización en el entorno laboral.
Este desajuste genera comúnmente situaciones de ansiedad (tecnoansiedad) y/o de cansancio mental (tecnofatiga o síndrome de la fatiga digital o informática) que mantenidos en el tiempo pueden llegar a tener efectos patológicos negativos en la salud, entre otros: depresión, dificultades de concentración, problemas de sueño, adicciones, problemas musculares, agotamiento psicofísico, dolor de cabeza, trastornos gastrointestinales,… pudiendo a la larga el tecnoestrés terminar en burn out o síndrome de estar quemado en el trabajo. Además, se generan daños organizacionales tales como absentismo y disminución de la eficacia del desempeño debido al no uso o mal uso de las TIC.
Las personas trabajadoras están exigidas a dominar de manera rápida y efectiva la nueva tecnología digital que la empresa pone a su disposición, cambiando ésta además de manera rápida, estando abocadas a un aprendizaje y actualización constante, donde muchas personas jamás llegan a sentirse del todo preparadas y pueden además llegar a desarrollar sentimientos de miedo y hostilidad hacia la tecnología (tecnofobia).
Nos encontramos por lo tanto ante dos estresores (tecnoestresores) bien diferenciados y que tenemos que analizar para minimizar el desajuste y por lo tanto el riesgo de daño que son la tecnodemanda y la ausencia de tecnorecursos laborales y personales.
La tecnodemanda es el aspecto físico, social y organizacional del trabajo con TIC que la empresa quiere implantar debiéndose analizar entre otras: tiempo disponible, cantidad de datos a gestionar, rutina (sobre todo cuando el trabajo es aburrido, sostenido o monótono sin requerir esfuerzo mental), cualificación del personal, conflictos de rol que puedan darse (cada vez más usuales al trabajarse con TIC habitualmente en grandes grupos de personas y en el mismo tiempo y compartiendo datos), conflictos trabajo-familia (asociados al teletrabajo).
Los tecnorecursos laborales son entre otros, el nivel de autonomía del trabajo, la retroalimentación sobre las tareas realizadas con las TIC, el clima de apoyo social por parte de las personas compañeras, supervisoras y responsables, necesidad de dar apoyo emocional al reducirse el contacto personal de las personas usuarias (muy claro en el teletrabajo), mecanismos a facilitar por la organización para que las personas trabajadoras puedan exponer los problemas que les supone un cambio importante en su manera de trabajar, habilidades requeridas para el desarrollo de la tarea.
Los tecnorecursos personales son las características propias de cada persona que funcionan como amortiguadores del impacto negativo de las altas demandas y la falta de recursos laborales. Las personas con personalidad resistente son fuente de resistencia al estrés en general y la adaptación será mejor. Asimismo, las propias creencias de capacidad y eficacia para organizar y ejecutar las acciones requeridas ejercen un fuerte poder.
Teniendo en cuenta todo lo dicho lo más importante es la estrategia de implantación de la TIC concreta en la organización. Ésta tiene que necesariamente disponer de un plan de formación y debe diseñarse centrándose más en las personas usuarias (error que habitualmente se comete obviando muchas veces completamente este aspecto) que en la tecnología en sí.
La carencia de esta estrategia de implantación o una mala implementación de TIC, puede además de afectar a la salud de las personas dañar la “salud” y el clima laboral de la propia organización, deteriorando las relaciones interpersonales, disminuyendo el rendimiento laboral y llegando a comprometer el futuro de la organización.
Una buena estrategia de implantación minimizará el tecnoestrés, creará mayor bienestar psicosocial, mayor rendimiento en el trabajo y una organización más saludable.
Bixen Fernández Imaz | Juantxo Revilla Alonso | Mikel Gómara Pascual | Enara Insausti Garmendia |
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